Vacaciones año 2015, Fabian y Danae ahorraron todo el año para viajar a las
majestuosas Torres del Paine, la tan nombrada octava maravilla del mundo; dos
estudiantes que guardaron hasta el último peso para cumplir el sueño de viajar
y conocer los hermosos paisajes de su propio país.
Llegamos
con primer destino al aeropuerto de la ciudad de Punta Arenas y posteriormente
a Puerto Natales, sin reservas de campamento (ya que en ese tiempo se podía
llegar así), sin averiguar mucho, sin saber muy bien por dónde empezar, “a la
vida” como se dice.
Elegimos
un martes 13 de enero para emprender la aventura, bien temprano en la mañana
nos levantamos para ir a tomar el bus que lleva desde la ciudad de Puerto
Natales al Parque Nacional Torres del Paine, era un día nublado, cosa que
esperábamos así que no nos desalentamos; 2 horas y media de desplazamiento nos
prometieron aproximadamente, pero no contaban con que muy cerca de nuestro
destino hubieran cientos de ovejitas paseando en la ruta, nos maravilló muchísimo, ya que no imaginábamos
toparnos con semejante postal, por lo que nos llevó casi 3 horas llegar.
Zanjamos
que nos internaríamos en el Circuito Macizo Paine, la famosa O como se le
llama, y soñamos a lo grande, así que entusiasmados quisimos arriesgarnos más
aun y hacer también el pequeño bracito que anticipa el circuito, finalmente la
Q. Al llegar a la Portería Serrano nos avisan que debíamos hacer una fila, un
tanto larga (ya que todos los buses llegaban a la misma hora) para pagar
nuestra entrada, cosa que en la ignorancia y la poca información de nuestra
parte, no teníamos planificado, menos mal que llevamos plata (jaja).
En
la charla nos dijeron que las condiciones climáticas estaban muy adversas y que
el Circuito O estaba cerrado hasta nuevo aviso, así que nos resignamos a conquistar
el recorrido Paine Grande, la W. Terminada la charla éramos libres de empezar
el circuito; con lo exagerados que somos, empacamos más de 25 kilos de
parafernalia en cada mochila, fatal error que hizo que el trayecto de la Q
fuera un infierno, por lo menos para Danae, que además carente de experiencia
ni estado físico provocó que hasta llorara de frustración; llegamos al camping
de Conaf Las Carretas (que aparentemente ya no existe) y por salud mental resolvimos
quedarnos a dormir ahí. Había dos argentinos y una pareja de mexicanos además
de nosotros dos. Armamos carpa y empezamos a acomodarnos, cuando ya cerca de
las 5 de la tarde nos dio hambre y nos dimos cuenta que se nos olvidó comprar
gas butano para cocinar durante el circuito (-inserte carcajadas-), teníamos
que solucionarlo de alguna forma y le pedimos a la pareja de mexicanos si
tenían un baloncito de gas que nos vendieran y entre la vergüenza y risa nos
dijeron que ellos ya se iban así que nos regalaban el que tenían, fue lo mejor
que nos pasó ese día, además de los hermosos paisajes que habíamos contemplado
en el trayecto. Ya después de cocinar y comer nos pusimos a conversar con los
chicos, bien simpáticos todos; compartiendo experiencias del viaje, cayó la
tarde y nos fuimos a acostar para partir al siguiente día al refugio Paine
Grande.
La
jornada siguiente se nos hizo bastante corta, ya mucho más mentalizados al
desgaste que significaría recorrer en promedio de 5 a 8 kms diarios con la
dificultad propia del terreno. Rodear el lago Pehoé nos hizo olvidar el dolor
de cuerpo que sentíamos, era una vista preciosa, una vegetación verde muy rebelde,
típica de árbol crecido bajo el feroz viento de la Patagonia, algunos vestigios
de los incendios que habían pasado hace poco por ahí, la naturaleza misma
relatando su historia.
Ya
muy cerca del Campamento Paine Grande se asomaron con mejor claridad los imponentes
Cuernos; seguimos hasta llegar al tranquilo refugio, varias carpas de colores
que se mezclaban en la perspectiva de la naturaleza y los cerros, buscamos un
lugar donde cupiera nuestra enorme Marmot Asgard 3P y nos acomodamos. Comimos algo
y descansamos para salir al otro día; lo pensamos bien e iríamos a explorar el
mirador del Lago Grey, solo con mochila de ataque, ya que con semejantes
mochilas que cargábamos iba a ser una odisea tratar de llegar al Refugio Grey. Ya
cuando se escondió el sol conocimos recién el mítico viento Patagónico en su magnificencia
veraniega, las carpas meneándose con las violentas ráfagas. Nosotros muy a
salvo en el que sería nuestro dormitorio por la semana, era cómico escuchar a
la gente que pasaba diciendo “la tremenda carpa”, tal vez por lo grande que era
en comparación de las que había alrededor. Durante la noche vimos interrumpido
nuestro sueño, teníamos la carpa pegada en la cara pero estaba estable, nos
alivió saber que las miles de estacas que le pusimos estaban haciendo bien su
trabajo; el viento era cruel, gente cerca de nosotros hablando fuerte un poco
desesperados, habían despertado con las carpas desarmadas y con lo potente de
la corriente pensábamos en nuestros adentros lo difícil que iba a ser volver a
armarla, si es que no se les había rajado, lo que era una evidente tragedia.
Abrimos
los ojos casi de madrugada, el sol en la Patagonia se asoma tipo 5:30, 6 de la
mañana, por lo que la luz natural ayudó a levantarnos para emprender la
siguiente caminata. Después del desayuno dejamos todo muy bien guardado dentro
de la carpa, rogando que nadie fuera a curiosear al verla sin los dueños
adentro y marchamos al mirador del Lago Grey, el camino era angosto, se asomaba
el Lago Grey con su monumental glaciar de fondo, un pequeño catamarán se veía a
la distancia, nos sentíamos tan minúsculos ante ese extenso paisaje, nos
quedamos un rato a contemplar y tomar unas fotos. Regresamos al Refugio Paine
Grande, nuestras cosas estaban intactas, por lo que con alivio fuimos a comer
algo y a planificar el ataque del siguiente día: internarnos en el Valle del
Francés, como íbamos sin prisa, pensábamos el ver las condiciones del clima, del
terreno y las características de los campamentos para decidir si nos cambiamos
al Italiano o al Británico. Partimos temprano nuevamente, el cielo cerrado, con
inminente amenaza de lluvia, se asomaba a lo lejos el Lago Skottsberg, se veía
una distinta perspectiva de los Cuernos; el camino era tranquilo, contemplaba
un pequeño puente colgante, en el que solo se podía pasar de a uno, seguimos
caminando hasta que se puso a llover, no era una lluvia intensa pero tampoco ligera,
se nos tapó el camino y quedamos entre ambos campamentos, era obvio que no
íbamos a lograr ver nada llegando al mirador, por lo que concluimos en retornar,
un poco frustrados; lo más bello y distinto de lo que fuimos testigos, fue ver
un hermoso pájaro carpintero que alegró el retorno.
Con
la falta de señar celular en tal recóndito rincón del mundo no teníamos mayor
información sobre cual seria el pronostico del clima en los próximos días, por
lo que decidimos tomar el catamarán que conecta el Refugio Paine Grande con el
acceso Pudeto, compramos esa misma tarde los tickets. Después de ordenar el
desastre que teníamos y empacar las mochilas, nos alimentamos y dormimos
esperando al próximo día. A la mañana siguientes, nos levantamos para desarmar la
carpa, se despejó y panorama era soleado, sentimos un poco de remordimiento
ante la apresurada decisión que tomamos con respecto a haber hecho planes de
rodear en catamarán en vez que ir por tierra, pero ya estaba hecho, por lo que
al subirnos disfrutamos muchísimo de la esplendorosa naturaleza durante media
hora, no nos arrepentimos, ya que era otra de las inmaculadas perspectivas del
Parque.
Llegamos
a la Cafetería Pudeto a esperar el Bus que nos conectaba con la Portería Laguna
Amarga para adentrarnos y caminar al Refugio Chileno para completar la ultima
parte de la ruta. En este tramo del parque se presenciaba una vegetación mucho más
café, más seca, más ruda; ya con un poco menos de peso en las mochilas el
paisaje se hacía mucho más ameno, a pesar del calor y lo seco del clima
disfrutamos mucho de la vista, llegamos al Chileno, armamos carpa y descansamos
para planificar el tan ansiado destino final que era llegar al Mirador base
Torres del Paine, que por lo que decía el folleto de CONAF tenía más altura y
dificultad que todo lo que habíamos peregrinado del circuito. Partimos poco
después del amanecer, clima extremadamente favorable, despejado, solo con
mochilas de ataque, al parecer los días nos acondicionaron físicamente, porque
al emprender la ultima etapa no concebimos fatiga, quizás fue también por la
ambición de llegar al objetivo de nuestra aventura que no notamos cansancio. Al
avanzar en el trayecto, las vegetaciones iban cambiando, entre más cerca del
objetivo, más seco y rocoso se tornaba el terreno, era como ir pasando por las
distintas estaciones del año en un solo día. En el camino nos cruzábamos con
muchos otros aventureros, nos dábamos palabras aliento para no decaer durante
de la hazaña, se percibe que todos estamos en la misma sintonía, ansiosos por conocer
las sublimes Torres del Paine. Nos demoramos menos de lo que suponía el
panfleto de CONAF, probablemente por no llevar peso en los hombros, por lo que
al llegar a nuestro objetivo final nos tomamos un largo tiempo para contemplar,
atónitos, la inmensidad que se retrataba frente a nuestros ojos, felices, habíamos
materializado un sueño, ver una de las paredes de granito más australes de
nuestro país.